óleo sobre tela – 65,5 x 100 cm
Un análisis objetivo si en lo que hace al arte se puede ser objetivo, nos lleva a evaluar en "Las conquistas de Iberoamérica" la paulatina destrucción de las culturas autóctonas a raíz de la conquista y civilización europea. La anulación de razas existentes desde el albor de los tiempos por razas consideradas superiores. El aborigen desplazado de sus tierras, sojuzgado y eliminado en pos de implantar costumbres y creencias extrañas a sus ancestros.
Evolución construida sobre la involución de sus orígenes.
La civilización Olmeca a que se refiere la obra, fue un conjunto de pueblos prehispánicos de la zona costera del golfo de México. Representada en primer plano por una cabeza de piedra de rasgos típicos, labios gruesos y ojos oblicuos. La sensibilidad del artista se traduce en el ojo abierto que mira, quizás, buscando respuestas al destino de su raza; es una pupila vidriosa que atrapa la atención del observador. La cabeza está atravesada por un "estoque" (espada de Hernán Cortez), símbolo de la conquista española sobre la Civilización Americana. Hacia el fondo, a la izquierda de la obra, el rostro lloroso de una criatura olmeca preludia el olvido al que fueron sometidos.
Una segunda conquista, representada por medio del dólar, símbolo del poder capitalista dominante, la tecnificación, la destrucción del hombre por el hombre, el consumo de drogas y la corrupción.
El dramatismo de la obra crece cuando vemos que el estoque que atraviesa el cráneo de piedra, convertido en jeringa, se clava en la Madre Tierra. La tierra resquebrajada, como signo de la realidad actual con el fantasma de la droga y la perdición que implica ya instalada en América, con su creciente flagelo, representa la tercera y última conquista.
Más a la derecha emerge en la oscuridad un cartel de venta, síntesis de lo que vendrá si Iberoamérica se deja dominar por el poder extranjero que todo parece lograr.
Luján Antonio se ha instalado en el ojo avisor que nos mira desde su pintura, que nos alerta y nos recuerda que el pasado puede repetirse. Aún con otros parámetros, de diferentes maneras. Porque somos susceptibles a ser despojados, a perder, confiados, la integridad del hombre latinoamericano, las posesiones y las tierras que nos pertenecen.
Esta expresión pictórica apunta al mensaje humano. La belleza de una pintura elaborada con técnica depurada y la experiencia sólida y concisa del autor.
Noemí Tracey – columnista de arte